RESEÑA DE LO QUE FUE EL BARRIO DEL TRIANGULITO Y EL FRONTÓN EN LOS AÑOS 60´s

Publicado el 5 de noviembre de 2024, 14:56

Por Lino Pérez Davila1996

Crema y nata de los barrios del Tepeji antiguo. Es más conocido como El Frontón o El Triangulito. Pero entre los jóvenes de entonces lo llamaban el barrio de huevolandia; deduzcan porque le pondría ese nombre, y es que cuando los muchachos en edad de trabajar estaban desempleados empleo, se reunían a todas horas a jugar la cascarita de futbol; el frontón, dominó. etc.Tiempos idos, pero frescos todavía en la memoria de los mayores: esa generación, tuvo la dicha de haber conocido al Tepeji de pañales. El barrio era centro de reunión de casi todos los rumbos: de San Juan, Las Guerras, Cuatro Tablas, Las Colonias, La Puerta del Sol, El Cerrito, El Huracán, El Edén. Era una agrupación compacta de amigos y vecinos; solidaria: una relación tipo Dartañan. Tiempo de juegos que lo jugaban tanto los niños como los más grandes: trompo, yoyo, las cebollitas, la roña, los huesitos, los hoyitos". los encantados", el burro fletado, el burro tamalero, chicharrón, el avión, patada bote, quemada, pares y nones, Ia matatena, etc, Todos eran uno; los mal portados y los bien portados. De todos hay anécdotas gratas; como la del Tripas, que escudándose en la oscura entrada del Cine Rio, pellizcaba a las muchachas que iban entrando, y se escurría inmediatamente; este mismo personaje tenía a su abuela que se llamaba Josefita, que hacía unos ricos tamales de capulín, y cuando al Tripas le pegaban en algún juego o pleito de chamacos, corría chillando: "abuelita, abuelita". Ésta salía con tremendo garrote a defender a su niño.

En el cine Río, había una galería o mejor conocida como Gallola que llegaba a mitad del cine y en donde la función salía más barata. Los dueños fueron don Carlos Macías y sus hijos Gaspar y Carlos. Ahí se daban cita la palomilla. Había un lugar en un rincón, justo a un lado de la sala de proyección que le llamaban La Cámara de Diputados. Puro gandalla qué ya iniciada la película, echaban de vez en vez tremendos escupitajos sobre los espectadores de abajo que deberían de ver como reaccionaban. Hubo otro cine llamado Cine Azteca cuya dueña se llamaba Esperancita y sus hijos El Chato y Panchito, de Mixquiahuala. Este cine se ubicaba en el salón del sindicato de la sección 12 y que luego se llamó el cine Tepeyac; en uno u otro cine, a media película hacían su aparición otro grupo de lucidos que entraban a media función diciendo, !ya llegue!, y en seguida la rechifla de los espectadores iTa ta ta ta ta!

Puras películas de blanco y negro, de ranchos y balazos: El Aguila Negra; La Sombra Vengadora, Dios perdona, yo no; El Látigo Negro, o las de Pedro Infante: Pepe El Toro; Nosotros los Pobres, Ustedes los Ricos; y las matinés del día del niño con tres películas de Tarzán; y la ilusión de ver por primera vez la película a color y de apaches que se llamaba La Flecha Rota.

En el barrio contaba con el grupo de inventores, los Ciros Pera Loca, que de verdad, cuanto ingenio y creatividad tenían, comandados por Cuco Pacheco y Víctor Soria; y que decir de la cascarita de futbol con la pelota que recientemente le habían traído los Santos Reyes a los más pequeños, y resultaba ponchada por los más grandes, con el consabido enojo de la mamá; o las reuniones que se hacían alrededor de un radio de pilas, en una noche estrellada para oír un partido de la Selección Nacional. No existía alumbrado público, al grado de que cuando se instalaba luz eléctrica en una casa, se hacía fiesta familiar.

Otro personaje es el famoso Doctor Dinamita; desde chico siempre tuvo dotes de artista; en el salón de clases cantaba las del Charro Avitia; junto con sus hermanos, montaban un espectáculo de circo, maroma y teatro, con carpa o escenarios al aire libre; su hermano Fidel, el cantante, con su banda solían jugar al Tarzán y Jane en la Barranca, abajo del Sagrado Corazón, donde era como una selva, con una exuberante vegetación, lianas, agua, etcétera.

En muchos contemporáneos estará el recuerdo de las señoritas Pavis: doña Lolita, Paulita y Chonita; con su casa adaptada a tienda de dulces, chocolates, mazapanes, refrescos; también había un floripondio blanco que servía para jugar al bote escondido. Habitaba en esa casa una persona muy estimada y querida por todo el vecindario infantil: Martita Inclán, qué con sus juegos infantiles, y en especial uno que se llamaba El Juan pirulero, nos inculcó esa convicción de ser niños.

En esos tiempos estaban en moda los Pachucos y Los Dandys, personajes que se ponían de parafina, generalmente los fines de semana, con su clásica indumentaria: pantalón abombado tipo Tin-Tan, camisa floreada o deportiva, saco abierto y con un clavel en la solapa; zapatos brillosos mocasines o altos; su cabello con copete y abrillantado con vaselina sólida o liquida tipo Glostora o Palmolive. Eran buenos para baile: Danzón, Cha-cha-cha, Mambo, Rumba, Huaracha, etc.

Las fiestas decembrinas y de Reyes eran esperadas con gran regocijo. En nacimiento, piñatas, colaciones, frutas, aguinaldos, cuetes y corredizos, palomas, ponche, velitas, silbatos, esferas, figuras de los Santos Reyes y pastores, luces de bengala. El nacimiento que ponía Doña José, mamá del Doctor Dinamita ocupaba hasta los fogones y hornillas de una cocina grande. Para poner el nacimiento todos participaban, la familia, el vecino, el amigo, una figurita por acá, la estrella de Belén en la parte de arriba, la escarcha y el pelo de ángel, y las esferas de vívidos colores, grandes y chicas. ¡Qué belleza!

Y las posadas que se hacían: la mayoría de la palomilla no faltaba a las posadas colectivas de la iglesia: el único sacrificio era rezar el rosario; pero cuál sacrificio, si causaba gran alegría entre misterio y misterio, el chiflar con nuestros silbatos, y dar la vuelta en el templo con los Santos Peregrinos y las velitas de colores; al término del rosario se pedía la posada y luego se rompían las piñatas, en la huerta del atrio, y el aguinaldo en bolsas de papel de estraza que contenían solo fruta. La quiebra de piñatas era el acto culminante donde hacían su aparición los traviesos: cuando les tocaba a las niñas romper la piñata, les echaban cuetes y corredizos en plena recolección de la fruta; y cuando tocaba a los muchachos, esperaban que estuvieran juntando la fruta, y entonces les caían encima.

Este ha sido un barrio prolijo: de él han surgido líderes sindicales como don Clemente Molina y El Güero Velázquez, y ex presidentes municipales como Antonio Castillo, Eliel Briseño; universitarios como Casimiro Arias, René Soria, Fernando Pacheco, Carlos Fabila; gente emprendedora como Carlos Pajarillo Colín, con sus dos tortillerías; líderes estudiantiles como Germán Molina; flamantes diplomáticos como Ricardo Santana; futbolistas como El Tilín Castillo y Patillas Chávez; músicos como Quico Pacheco y Pedro Arciniéga con su conjunto Los Cariñosos; frontonistas a mano con pelota dura como: El Campeón, Don Cuco, El Machaca, El Tabiquero, El Cacahuate", El Rancho, El Zorro; con éste personaje los espectadores estaban atentos cuando su compañero perdía un tanto, porque se daba unas enojadas tremendas; Maestras como Carmen Garcini, Esther Ramírez, Eusebia Sierra, Carmen Ramírez; también en esta zona se construyeron los primeros departamentos a base de concreto reforzado a cargo de uno de los primeros maestros de obra de albañilería que se llamó Ceferino Jiménez.

En este barrio también se ubicó una de las primeras panaderías de Tepeji, la San José, donde entrar a sus hornos era algo mágico; sus dueños: don José, la señorita Felicitas y Gloria, con una bonita tradición familiar heredada.

Recuerdos que se esfumaron pero que aún viven en las personas de esa época; recuerdos que son raíces. Hoy Tepeji es otro, que necesita de un modelo social de solidaridad y colectividad. Se ha privatizado hasta a la familia, que antes era pública y compartida.

P.D. Una disculpa anticipada al mandar un saludo a la flota por su apelativo. De sobra saben que nunca me gustó llamarles por su sobrenombre pero esto es para que se acuerden unos a otros.

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